31.12.09

En pleno Mundial de Tango, las clases de este baile son constantes

por Daniel Vico

“Tango es Buenos Aires” se alcanza a leer en un cartel, de unos dos metros de largo y de color rojo con letras blancas, desde algunas cuadras antes de llegar a la esquina de la Avenida Córdoba y la peatonal Florida. Allí se encuentra la ex tienda Harrods, una de las sedes donde se desarrolla el Mundial de Tango del 14 al 31 de agosto.

Este festival y mundial de baile, que comprende las categorías Tango Salón y Tango Escenario, se realiza hace siete años. En su séptima edición, como en las anteriores, el público puede asistir a milongas, exhibiciones, clases temáticas gratuitas y espectáculos de baile propios de la competencia. Se desarrolla también en las siguientes sedes: Centro Cultural Recoleta, Luna Park, La Trastienda, Ciudad Cultural Konex, Planetario, Tango Porteño, Teatro 25 de Mayo, Teatro Avenida y Teatro General San Martín.

En la ex tienda Harrods, de estilo señorial con piso de madera y arañas luminosas, además de llevarse a cabo la competencia, se dan clases tanto para principiantes y avanzados en el tango. Una de las tantas clases para avanzados, es dirigida por Marta Antón, de 70 años y desde los siete baila esta particular danza. “El tango es una medicina y es mi vida, el día que no exista el tango, no vivo más”, confiesa Antón con una mueca alegre y melancólica. También, afirma que tuvo a alumnos principiantes de 80 años. Marta Antón, que además da clases en la Escuela Argentina de Tango, aprovecha la ocasión para aconsejar a los chicos que les interesa este baile: “Les recomiendo que comiencen escuchando a Carlos Di Sarli”, dice. El Gallego Manolo (Manuel Marís), su esposo que colabora con Antón en la dirección de las clases, interrumpe la charla argumentando que ya llegaron los alumnos. Afirmativamente, unas 10 parejas esperaban a los profeso-res para comenzar.

Las clases para principiantes de tango son dirigidas por Maximiliano Capiello, de 35 años y todo vestido de negro. A sus clases, en el festival, asisten más de 50 personas y además, generalmente, otras 20 personas observan apasionadamente los movimientos tanto del profesor como de los alumnos.

Se ven extranjeros en la ex tienda Harrods, uno de ellos es el italiano Luigi Casaburo, que con una tonada particular del castellano afirma: “Hace 12 años que bailo tango. Prefiero a Roberto Goyeneche para escuchar y para bailar a Cátulo Castillo”, dice.

Los argentinos también se hacen presentes en la ex Harrods para disfrutar del festival y mundial de baile. Ricardo García, piloto de avión y correntino que asegura ser fan de Marta Antón, admite que el tango es el folklore de Buenos Aires. “Tengo 63 años, hace 10 que bailo, y para mí la vida es el tango”, confiesa mientras se saca sus anteojos. “El tango es hacer el amor en tres minutos”, afirma Ricardo casi gritando para que los demás lo escuchen. Sin embargo, pocos se interesan en sus palabras. Al darse cuenta, García baja su voz y dice: “Lo más importante es lo que expresa el bailarín. El tango se siente con el oído, con los pies y con el corazón”, dice.

El tango tiene su origen a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Es un género musical y una danza rioplatense. “Rosario, Montevideo y Buenos Aires han sido los tres lugares que se han disputado el nacimiento del tango”, según Jorge Luis Borges, en el prólogo al libro de Carlos Gardel de Carlos Zubillaga.

Son las 15, algunos compran distintos accesorios en los distintos puestos que componen una pequeña feria donde se venden entre otras cosas, CDs y libros que cuentan la historia del tango. Algunos sacan fotos a un pequeño cartel que dice: “Agosto mes del Tango”. Algunos se dejan llevar por la música e intentan unos pasos de baile, fracasan en el intento. Son las 15:30 y algunos otros aplauden el fin de la clase de Marta Antón. El sonido del aplauso, en el aire, se mezcla con los gritos de euforia de los alumnos de Maximiliano Capiello, quien indica que terminó su clase. Mientras, en el resto de las personas, se observan sonrisas de agradecimiento y satisfacción por haber vivido una jornada puramente tanguera.